29 enero 2015

Postcamino: Esta mañana...


Llego esta mañana en mi coche a la parada de autobús a las afueras de Cabanillas, como siempre. Aquí cojo el bus que me lleva directamente a mi lugar de trabajo. Son las siete y cuarto y un viento gélido sopla que corta el aliento. Permanezco dentro de mi vehículo hasta las 7 y veinte, hora oficial de paso del autobús, aunque no suele venir hasta y media. Hoy no hay nadie más en la parada. Salgo del coche y cruzo la carretera para cobijarme al abrigo de la deteriorada marquesina.

Aunque parece un día mas, no lo es. Hace tres días que finalice mi décimo periplo por el camino de Santiago y desde entoncés estaba sumido en una nostalgia y una desazón enfermizos. Pero al fin esta mañana me he despertado con una "bofetada" de realidad y he puesto punto y final a este "duelo", que ya era hora. Al fin doy mi camino por concluido y una placentera sensación de paz colma mi alma. Con estas renovadas energías afronto el nuevo día.

Por la tarde no había ni rastro del gatito
Como decía, cruzo la calle y noto como si alguien a mi espalda me estuviera mirando. Llego bajo la marquesina y al girarme veo como al otro lado de la carretera algo blanco se mueve en el tronco de un arbolillo: un pequeño gatito blanco con manchitas pardas desciende lentamente hasta el suelo, atraviesa lentamente la carretera y se dirige sin titubear hacia mi. No parece percibir mi sorpresa y cuando esta a mis pies comienza a enroscarse entre mis piernas. Me agacho y se aleja un metro lentamente, subiéndose a los desvencijados asientos de la parada sin dejar de mirarme con unos ojillos dulces como el caramelo y con un gesto de intensa pena. Le sonrío y le hablo y vuelve a enroscarse en mis piernas mientras ronronea. Finalmente se acurruca plácidamente sobre mis pies,  buscando la calidez de mi cuerpo. Ahí le dejo unos segundos hasta que se gira y trata de subirme por la pierna juguetón, buscando seguramente algo de comer.

A pesar de que los animales y yo no solemos tener mucho feeling, me conmueve y lo acaricio tratando de confortarlo. Del animal se desprende una gran ternura y parece estar hecho para ser cuidado y mimado. Siento no tener nada más que ofrecerle que mis caricias.

De pronto a lo lejos aparecen las luces del 191, que viene fiel a su cita diaria. Cuando el autobús abre sus puertas avanzo con cautela para no asustar al minino y me dirijo a su interior.

El gatito, al verse solo, se sube a un pequeño hueco que hay en la marquesina y desde ahi, algo resguardado, contempla mi marcha. Parece no entender que me vaya. Yo subo al bus y una vez dentro sigo sintiendo su triste mirar a través de los cristales. El bus arranca y nos decimos adiós.


Cada uno debemos seguir nuestro camino.

....

Por la tarde, al volver del trabajo, fantaseo con la posibilidad de volver a encontrarme con el gatito. Al bajar del bus le busco con la mirada o en la marquesina, pero como es normal, ya no está.

1 comentario:

Florr dijo...

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