02 marzo 2015

Camino Francés invierno 2015. Etapa 0: Madrid - Astorga (bus)

CAMINO 10: DEL AMANECER AL OCASO.

Viernes, 16 de enero de 2015

Me levanto en la casa de mis padres (Madrid) poco después de las siete de la mañana. Al final anoche me acosté algo tarde y no he dormido muchas horas, pero la emoción y las ganas de aventura me espabilan enseguida. Después de pasar por el baño, comienzo a vestirme con el atuendo peregrino con el que hoy iré al trabajo.

Cierro la mochila después de meter los últimos utensilios de aseo y cuelgo en ella el bastón. Me pongo el abrigo, me ajusto la riñonera a la cintura y salgo hacia la boca de metro del barrio.

En el trayecto de cinco minutos hasta la estación del suburbano siento en el rostro el frío de enero que al fin ha llegado a la capital. Durante los próximos días estaré muy atento a las predicciones metereológicas, ya que de ellas dependerá en gran medida el devenir de mi andadura por el Camino.

Al salir del trabajo, camino del metro
La mañana transcurre como una más en el curro. Poco antes de la hora de salida me acerco a la cafetería del hospital a comprarme un bocata de tortilla y una coca cola. Debo salir en torno a las 14:30, un poco antes de mi hora habitual, ya que el autobús parte de Méndez Álvaro a las 15:30 y no me gustaría perderlo.

Así que, después de despedirme de mis compañeros, tomo todos mis bártulos y, cruzando el puente que salva la M-30, me encamino nuevamente al metro para dirigirme a la estación Sur de autobuses.

Como es viernes, a esta hora el convoy de la linea 10 en el que viajo va hasta arriba de gente y debo tener cuidado de no arrollar a nadie con mi mochila. Hago un transbordo en Nuevos Ministerios, donde tomo la linea 6. Llego sin problemas a Méndez Álvaro a las 15:15 y me dirijo a los andenes en busca de la dársena de la que parte mi autobús.

Busco en las pantallas informativas y no aparece ninguno con destino a Ponferrada. Supongo que será uno de los que va a Galicia, por lo que me voy a la zona de la que parten los autobuses de la compañía Alsa hacia el noroeste peninsular.

Yo en principio compré un billete hasta Ponferrada, pero cambié de idea y ahora mi intención es bajarme en Astorga, donde según la web también tiene parada el autobús antes de llegar a la capital del Bierzo.

Me acerco al bus que tiene como destino Santiago y pregunto al conductor si es el que va a Ponferrada. Me contesta afirmativamente y me indica en que parte del maletero debo dejar mi equipaje. Le comento que querría bajarme en Astorga a pesar de que en mi billete ponga Ponferrada y me comenta que no puede ser, que ese autobús no para en Astorga. Que para bajarme allí debería coger el autobús que está situado en la dársena de al lado con destino A Coruña.

En el área de servicio de Villalpando
¡Vaya! Por un momento se tambalea toda mi planificación del camino. Ya me veo comenzando en Ponferrada y no en Astorga. Sería un pequeño desengaño, pero si tiene que ser así...

Pregunto por la posibilidad de ir en el otro autobús y el conductor lo supedita a que no estén todas las plazas ocupadas. Me acerco al chofer del otro autobús y me confirma la buena noticia: no hay problema. Puedo viajar en su vehículo y terminar mi viaje en Astorga como había previsto. Parece que la suerte está de mi parte.

Deposito mi mochila en el maletero y subo al bus. Elijo un asiento libre junto a la ventana. Por fortuna va medio vacío. Después de este pequeño sobresalto, arrancamos y salimos de Madrid, primero por la M-30 y después por la A-6, dirección A Coruña.

Pronto noto el cosquilleo del hambre en mi estómago y doy buena cuenta del bocadillo de tortilla de patata. El pan está algo correoso y la tortilla muy fría. Tiene toda la pinta de ser de ayer. A pesar de todo, me sabe rico. Es lo que tiene el hambre.
Cae la tarde en Villalpando

El viaje se produce sin sobresaltos y yo voy tan contento. Solamente el acto de viajar supone para mi un gran placer. Disfruto del paisaje que contemplo a través de la ventanilla. Al cruzar el Sistema Central por el túnel de Guadarrama comienza a aparecer la nieve. No hay mucha, pero transmite el frío que debe hacer fuera.

Al acercarnos a Tordesillas comienzo a percatarme de la gran cantidad de motos que hay por la carretera. Al llegar a este municipio vallisoletano descubro el motivo: este fin de semana se celebra aquí Motauros 2015, una concentración de moteros. En la parada de esta localidad se suben al bus dos camioneros que toman asiento delante de mí. Durante un rato escucharé su conversación sobre las vicisitudes de su oficio y algunas de sus “batallitas”. No me considero una persona especialmente cotilla, pero no puedo evitar prestar algo de atención a la conversación y con ella me voy distrayendo.

Voy "camino de Santiago"
En torno a las 18:00 llegamos al área de servio de Villalpando, donde hacemos una parada técnica de unos veinte minutos. Ya nos encontramos muy cerca de la provincia de León. Voy al baño y paseo un poco por el área de servicio. Cae la tarde y el cielo oscurece por momentos. 

Volvemos a la carretera a las 18:30. El autobús abandona la autopista y realiza paradas en Benavente y La Bañeza. En poco más de una hora llegamos a Astorga. Ya es noche cerrada. Bajo del bus y recojo mi mochila del portaequipajes. Mi intención es ir directamente al albergue de peregrinos de la localidad. Me coloco mis prendas de abrigo, los guantes y el gorro, ya que hace bastante frío.

Ayuntamiento de Astorga
Salgo de la estación y trato de situarme. Frente a mi se encuentran el Palacio Episcopal de Gaudí y la catedral. Echo un vistazo al gps del móvil y en un instante me ubico y descubro el mejor itinerario a seguir. Comienzo a caminar entre los dos edificios históricos de Astorga dirigiéndome hacia el ayuntamiento. Enseguida voy reconociendo las calles de la población, de la última vez que estuve aquí, cuando peregrinaba en noviembre de 2007. Una vez en la plaza del ayuntamiento, desciendo por la calle de la izquierda llamada Padres Redentoristas, que me conduce hasta la misma puerta del albergue, donde me recibe su famoso monumento al peregrino.

A principios de semana he enviado unos e-mailes a varios albergues de la primera parte de mi camino para cerciorarme de que están abiertos. He tenido respuesta positiva de Astorga y de Foncebadón. En Ponferrada no creo que tenga problemas con el albergue San Nicolas de Flüe y en Villafranca cuento con el Albergue Ave Fénix de Jato. Ambos se supone que no cierran nunca. A partir de aquí, una vez ya en Galicia, los albergues de la Xunta están abiertos todo el año, por lo que no creo que deba preocuparme.

Entrada al Albergue Siervas de Maria
Cuando estoy a punto de entrar al albergue, del cielo comienzan a caer diminutos copos de nieve, preludio de lo que se me vendrá encima en los próximos días. Al sentir la gélida caricia de los copos en mi rostro un cosquilleo recorre mi espalda. Al fin me encuentro ante lo que tanto anhelaba y el escenario no puede ser mejor. Giro un par de veces sobre mi mismo mientras elevo mi rostro al cielo. Una sensación indescriptible, mezcla de felicidad, expectación y satisfacción, me embarga.

Superado el momento “bienvenida”, subo las escaleras que conducen al albergue “Siervas de María”. Después de pasar por un par de puertas llego a un recibidor donde se encuentra el hospitalero. Este me recibe amablemente. Me proporciona la credencial y, una vez llevados a cabo todos los “trámites administrativos”, me muestra las instalaciones.

Es este un albergue bastante grande y bien acondicionado. Tiene más de 100 plazas en varias habitaciones con literas y todas las equipaciones necesarias (agua caliente, calefacción…). En la parte de abajo tiene cocina totalmente equipada y un comedor amplio.

Me instalo en la habitación que me indica el hospitalero. En ella hay 5 literas (10 plazas), de las cuales me parece que se encuentran ocupadas al menos 5 camas. Dejo mis cosas en una de ellas y bajo al piso de abajo para ver la cocina. Cuando estoy bajando las escaleras escucho la voz de dos andaluces tratando de comunicarse con alguien en otro idioma. Al llegar al comedor descubro a este par de peregrinos “conversando” con dos muchachas coreanas. Les saludo y me dirijo a la cocina. Veo que es muy completa y que tiene cacharros para cocinar. Como no tengo mucho apetito decido ir a comprar un sobre de sopa instantánea y algo de fruta para cenar.

Vuelvo a la habitación dejando a los andaluces tratando de comunicarse con las coreanas (ellos les hablan en castellano y con gestos y ellas asienten). Cojo el abrigo y la cámara y me voy a dar una vuelta por la ciudad. Ya ha parado de nevar, pero el frío sigue siendo intenso. Llego de nuevo a la plaza del ayuntamiento, donde unos niños juegan al fútbol desafiando a las bajas temperaturas. Continuo caminando calle arriba y voy a parar al supermercado de la cadena El Árbol, donde hago acopio de alimentos. Compro tres briks de zumo de naranja, cuatro mandarinas, una barra de fuet, un par de latas de kas naranja, una sopa de sobre y una copa de chocolate.

Placa situada en un jardín de Astorga
Procedo a pagar y vuelvo al albergue dando un pequeño rodeo, que me lleva a atravesar un pequeño jardín, en el que hay madroños donados por el Ayto. de Madrid, desde el que se debe observar grandes vistas durante el día.

Una vez de vuelta al albergue, bajo a la cocina con mi bolsa de comida. Allí están ya recogiendo sus cosas los peregrinos andaluces. Se llaman Rodolfo y Rafael. Son de Málaga. Para Rafael, grandote y muy salao, es su primer camino. El más chiquito, Rodolfo,  es ya la tercera vez que se embarca en una aventura de este calibre. Ambos deben rondar los 50 años. Han comenzado a caminar hace un par de días en León y ya han sufrido en su primera etapa un gran aguacero y un albergue precario sin calefacción, lo que les ha conducido a una segunda etapa dura, castigados por las agujetas y dolores musculares.

Ellos se suben enseguida a descansar. Yo me preparo la sopa y mientras me tomo un kas naranja. Aparece por allí otra simpática hospitalera que es la encargada de levantar a los peregrinos a primera hora. Charlo un rato con ella y, viendo que solo voy a tomar una sopa, me ofrece algo de cena. Yo se lo agradezco, pero no tengo casi hambre y prefiero cenar ligero para dormir mejor.

Comedor del Albergue de Astorga
Me cuenta la hospitalera que ella duerme allí, en el albergue, y que es una de las encargadas de que el albergue se mantenga tan agradable y acogedor como me lo he encontrado yo.

Creo que los peregrinos no agradecemos lo suficiente la labor de estos hospitaleros voluntarios que dedican su tiempo de manera altruista al camino y a sus habitantes (que somos los peregrinos).

La buena mujer se va a su habitación y yo me dedico a mi sopita. Luego me tomo una mandarina y disfruto de la copa de chocolate. Friego todo lo utilizado durante mi cena y me subo a la habitación. Son cerca de las diez y ya hay algunos peregrinos acostados. Al final somos 7: las dos coreanas, Rafael y Rodolfo, un canadiense, un alemán y yo.

Echo un vistazo a la previsión metereológica en el móvil. Para mañana sábado dan temperaturas bajas por el día (no más de 4 grados) y a partir de las cuatro o cinco de la tarde comenzará a nevar. Se supone que durante la madrugada del sábado al domingo va a caer una gran nevada. Mi idea es llegar mañana a comer a Rabanal del Camino antes de las dos, para subir después tranquilamente hasta Foncebadón, donde realizaré mi primera parada. Si las previsiones se cumplen, no se si podré salir el domingo desde allí hasta Ponferrada...

Como aún no tengo sueño, salgo al pasillo donde me encuentro con los dos andaluces. Charlando un rato con Rodolfo me cuenta sus primeros pasos por el camino desde León. Me comenta que al día siguiente les gustaría tratar de avanzar rápido y llegar hasta El Acebo, pasada la Cruz de Ferro, tratando de evitar el paso del puerto al día siguiente con la posible nevada. A mi me parece demasiado: muchos kilómetros, con un puerto, seguramente con nieve, y más en mi caso que es el primer día. Por lo visto ellos tienen pocos días y quieren llegar a Santiago, por lo que tendrán que intentar hacer etapas largas.

Enseguida se va a dormir. En el pasillo hay dos sillas y una mesita con revistas del camino y me dedico a ojearlas y de paso, voy rememorando mi primer paso por Astorga hace ya más de siete años cuando recorría mi primer camino.

Con Miguel frente a la catedral (2007)
Por la tarde pude dar una vuelta por la ciudad y visitar la catedral. Por la noche hacía muchísimo frío. Recuerdo que cené muy bien en un restaurante que recomendaron a mi amigo Miguel en este albergue, en el que él durmió. En aquella ocasión yo pernocté en el Albergue San Javier, próximo a la catedral. La experiencia no fue del todo grata, ya que los que llevan el alberque recibieron la visita de unos amigos y trasnocharon bastante, charlando y haciendo un ruido en el patio central que se escuchaba en todas las habitaciones. Me costó dormir.

En aquella ocasión yo ya estaba enfilando la recta final de mi aventura y venía henchido por el espíritu del camino. Hoy, en el mismo lugar, comienzo mi andadura nada más y nada menos que por décima vez, con la misma ilusión que la primera.

Pensando estas y otras cosas me voy a la habitación, me meto en el saco y como no puedo dormir, me pongo los cascos para escuchar música. Aunque para música, el recital de ronquidos de mis amigos andaluces. ¡Qué poderío!

Finalmente, pasada la medianoche, logro conciliar el sueño.

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