18 marzo 2015

Camino Francés invierno 2015. Etapa 1: Astorga - Foncebadón. AMANECER

Sábado, 17 de enero de 2015

Actualización
(Como novedad en este camino, al principio de cada etapa sugeriré una canción de "acompañamiento" al diario y un breve texto que la introduzca. Puede que tenga que ver con la experiencia vivida, que la tuviera ese día en la cabeza o que simplemente algo dentro de mi la asocie a esos momentos. Incluiré un enlace al tema en youtube. Puedes leer la "etapa" mientras la escuchas.)

Me enfrento a mi décimo camino. Antes que este hubo otros nueve, y por encima de todos, un primero que fue el origen de esta extraña patología que me lleva a necesitar una pequeña dosis de "camino" cada año. Las motivaciones para sumergirse en esta aventura pueden resultar muy variopintas y dependen mucho de cada uno, aunque, en el fondo, suelen estar ligadas a promesas, redenciones, búsquedas, penitencias, expiaciones, desahogos, agradecimientos…En definitiva, el ser humano se encuentra en continua lucha consigo mismo y con la vida, que a menudo nos da una de cal y otra de arena, y necesita de momentos en los que pararse a reflexionar y dar un impulso a sus motivaciones vitales. Por eso, ante los miedos y desafíos del día a día, no queda sino batirnos, no queda sino luchaaaaaaaaaar.
Este tema de los madrileños Mägo de Oz vio la luz en noviembre de 2007, mientras yo realizaba mi primer camino desde el Pirineo hasta Santiago y Finisterre.

25,9 Km  (7 horas incluyendo 1 hora de comida)

A las 7 de la mañana una suave melodía rompe el silencio de la noche. Abro los ojos y siento el clásico ajetreo del despertar en un albergue de peregrinos. Poco a poco voy desperezándome dentro del saco. Parece que mis compañeros de habitación se han levantado con energía.

Catedral de Astorga
La música de Enya acompaña mis primeros movimientos del día cuando a las 7.15 decido salir del saco. Con la estancia aún a oscuras me visto y me dirijo al aseo. Vuelvo a la habitación, donde el canadiense, al ver que ya estamos todos en pie ha tenido la feliz idea de encender las luces.

Rodolfo y Rafael se encuentran fuera haciendo sus mochilas. Yo me pongo también manos a la obra. Recojo el saco en su funda y lo coloco, como siempre, en el fondo del macuto. A continuación introduzco la bolsa de ropa, las zapatillas, la bolsa de aseo, la bolsa de comida y la cantimplora. A la hora de vestirme decido ponerme las mallas y los pantalones y para la parte superior del cuerpo, después de algunas dudas, la camiseta térmica como primera capa, el forro polar como segunda y la chaqueta como prenda exterior. Al final este será mi atuendo prácticamente todos los días (cambiando de camiseta) y con él caminaré cómodo y cálido.

Hay varias cruces a la salida de Astorga
Una vez tengo la mochila preparada decido bajar a la cocina/comedor a tomarme un zumito y a llenar la cantimplora de agua. Antes de bajar coincido con los andaluces que se encuentran charlando con la hospitalera, quien les recomienda desayunar en un bar que está ya abierto donde sirven un gran desayuno. Puede ser una buena opción.

Bajo a tomarme el zumo. Desde el comedor escudriño por la ventana el estado del cielo. Aún es de noche, pero ya comienza a clarear, y parece que de momento está totalmente despejado. Lleno media cantimplora de agua y subo a coger mis cosas para salir. Ya son casi las ocho.

Veo que Rafael y Rodolfo aún están saliendo del albergue y me uno a ellos. Los tres nos dirigimos hacia la plaza del ayuntamiento y de allí a la chocolatería Sonrisas en la calle Pio Guillén 6.

Nos sentamos a degustar un zumo de naranja natural, un café con leche y un croissant con mantequilla y mermelada. Todo por 2 €. Es de agradecer encontrar lugares como este, que abren a primerísima hora y con buenos productos a buen precio.

Luna menguante al amanecer
Después del desayuno, durante el cual charlamos de la etapa que tenemos hoy por delante, me voy al baño a ponerme las lentillas. Hace bastante tiempo que no las utilizo. Al ser desechables son muy cómodas, pero cuando estoy varios meses sin usarlas me cuesta un poco colocármelas.

Tras conseguirlo salgo a recoger mis cosas para comenzar a caminar. Me encuentro con que mis compañeros me han invitado al desayuno. ¡Qué majos! Al salir de la chocolatería ellos parten velozmente, ya que su intención es realizar hoy muchos kilómetros. Yo me lo tomo con más calma.

Primeros rayos del sol sobre la ermita
Doy unos pasos hasta la plaza del ayuntamiento, donde me ajusto y acomodo la mochila, los guantes y el gorro. Me encuentro en el kilómetro 0 de mi décima peregrinación. El cielo ya se viste de añil y una tímida luna menguante asoma por encima de las torres del ayuntamiento.

Amanece. Es el momento de partir. El reloj marca las ocho y media. Comienzo a caminar lentamente. Mis músculos van entrando progresivamente en calor. Paso por delante del Palacio Episcopal y de la Catedral, dejando a la izquierda la calle en la que se encuentra el albergue San Javier en el que pernocte en 2007.

Peregrino e hito
Hito
Después de callejear durante diez minutos por Astorga, abandono la localidad por la calle Los Mártires que después se convierte en la carretera LE-142. Varias cruces a ambos lados de la carretera me despiden de la población. Enseguida llego hasta la ermita del Ecce Homo y supero la A-6 por un puente. En lontananza ya se divisan las montañas nevadas que me esperan cubiertas por una boina de nubes blancas y grises.

Castrillo de Polvazares en lontananza
Murias de Rechivaldo
Desde lo alto del puente diviso varios metros por delante de mi a Rodolfo y Rafael, inconfundibles con sus cubremochilas naranjas. Comienza un andadero a la derecha de la carretera por el que transito durante unos minutos. La escarcha blanquea los campos a mi alrededor. En unos veinte minutos llego a Murias de Rechivaldo. A la entrada del pueblo abandono la carretera y tomo una calle/pista a la izquierda por la que dejo atrás la población y me dirijo a Santa Catalina de Somoza.

Mirada atrás: Astorga
Rodolfo y Rafael llegando a S. C. de Somoza
El camino es constantemente en subida, aunque muy suave. Varios mojones jacobeos marcan la ruta a seguir. A la derecha veo en la distancia el pueblo Castrillo de los Polvazares, declarado Conjunto Histórico-Artístico por sus calles típicas maragatas. Echo un vistazo atrás y contemplo la inconfundible silueta de las torres de la catedral de Astorga.

En media hora la pista me lleva de nuevo a atravesar la LE-142. A ratos, cuando el camino se despeja de árboles y matorrales, puedo percibir a lo lejos los destellos naranjas de mis dos compañeros peregrinos.

Comienza a aparecer la nieve
Peregrinos hacia la nieve
Siempre por pista de arena y caminando cerca de la carretera llego a Santa Catalina de Somoza, otro pueblecito maragato muy coqueto. Como llevo ya casi dos horas de marcha decido hacer la primera parada de la jornada. Me tomo un zumito y una barrita energética y, para no coger frío, decido continuar.

Un "ganso" en El Ganso en 2007 y en 2015
El camino continua por una pista de arena en la que de vez en cuando encuentro restos de nieve y hielo. Paso junto a una cruz de madera y poco después llego a El Ganso. Antes de entrar en la población, como soy un poco como el nombre del pueblo, decido hacerme una foto parecida a la que me hice cuando llegué a este mismo lugar hacer siete años…

Aprovecho un mojón para apoyar la cámara y poder hacerme la autofoto. Cuando voy a recogerla observo que junto al monolito de piedra hay dos o tres conchas.

Flecha pétrea en el suelo
Vieiras esperándome 
Desde mi primer camino no he vuelto a llevar conmigo una concha que me identifique como peregrino. Supongo que desde entonces, al no realizar una peregrinación digamos completa no me apetece exhibir la vieira y que ésta y lo que representa lo llevo grabado en el corazón. En esta ocasión, sin saber muy bien por qué, decido tomar una de ellas y me la guardo en el bolsillo superior de la chaqueta. De alguna manera intuyo que me va a dar suerte, y tal y como se presentan las predicciones del tiempo la voy a necesitar.

Es bonita y de un tamaño en torno a los 10 centímetros de largo. Cuando la guardo en el pecho, junto al corazón, me vienen a la memoria momentos de aquel primer camino y siento algo especial. No suelo ser supersticioso, pero decido que será mi amuleto.

El suelo blanco
Valla con cruces junto al camino
Reanudo la marcha atravesando El Ganso. A la salida paso junto a un área de descanso y continúo por un andadero junto a la carretera. Llegado a un punto el camino se interna por un rebollar, donde la nieve acumulada en el suelo comienza a ser algo más acusada. Pero es solo durante unos metros. Después será el barro el protagonista. A mi derecha queda una valla rematada con cientos de cruces hechas con palos que han debido de ir dejando los muchos peregrinos que por estos pagos se adentran.

¡Qué pena!
Restos del roble del peregrino
Enseguida voy a dar al lugar en el que se encontraba el roble del peregrino, que fue derribado por el viento en una gran tormenta a finales del 2013. De nuevo siento el aguijón de la nostalgia en mis entrañas. Recuerdo haber descansado bajo las frondosas ramas de este centenario árbol, admirando la tupida alfombra otoñal que se había erigido a sus pies con la caída de gran parte de sus hojas. Hoy solo quedan los restos de un tronco hueco y vacío.

Coreanas en dirección contraria
Roble centenario en 2007 y sus restos en 2015
Continúo por la carretera, dejando a mano izquierda la ermita del Cristo de la Vera Cruz. De pronto me cruzo con dos peregrinas coreanas que vienen caminando en dirección contraria. Creo que eran las mismas que durmieron anoche en el albergue de Astorga, aunque no podría asegurarlo. Nos saludamos y cada uno seguimos nuestro camino. No se de donde han salido ni adonde van, pero tampoco es cosa mía.

A comer en Rabanal del Camino
El reloj marca la una cuando entro en Rabanal del Camino. A la altura de la capilla de San José coincido con el peregrino alemán que anoche pernoctó en Astorga. Yo sigo subiendo por la empinada Calle Real. De pronto me topo con Rafael y Rodolfo, que se están colocando los macutos. Acaban de hacer una pequeña parada. Me cuentan que están muy cansados y que su idea es llegar hasta Foncebadón y allí hacer noche.

El cielo se llena de nubes
Podómetro y postre
Les veo partir mientras yo me dirijo al Mesón El Refugio para comer. Degusto un buen menú del día compuesto por una suculenta sopa de marisco, un filete de ternera con patatas y de postre tarta de queso. Echo un vistazo al podómetro que me han regalado y que llevo colgado del cinto, y compruebo que ya he recorrido 19,3 km. Según las guías debían ser 20,3 km. Ah! Recuerdo que al salir del albergue me olvidé de colocarme el podómetro y que lo saqué de la mochila saliendo de Astorga. Por lo tanto, parece que funciona.

Rincon jacobeo
D.E.P.
Después de un cafelito y unos minutos de reposo, decido continuar. Salgo a la calle y asciendo el último trecho de Calle Real de Rabanal del Camino. Se nota que ya estamos por encima de los 1100 metros. El suelo presenta un color blanquecino por el hielo y los restos de nieve comienzan a acumularse al borde del camino.

Después de pasar junto a un lavadero y un pequeño “rincón jacobeo”, salgo de Rabanal. El camino continúa por pistas de tierra y cruza de vez en cuando la carretera. En un punto del camino una placa recuerda a una peregrina fallecida en su 2º camino. El cielo presenta un color grisáceo que presagia una tarde llena de chubascos.

Caminando sobre la nieve
Tras el hito, más nieve
A medida que asciendo la nieve va cobrando protagonismo. Hay lugares en los que se acumula con algunos centímetros de espesor. El cielo se ha cubierto de nubes, pero de momento no parece que vaya a precipitar. Paso junto a un par de abrevaderos y algunos paneles informativos con la flora y fauna del lugar.

La flecha aún se ve
Abrevadero sin agua
El continuo ascenso del sendero me hace sudar, aunque disfruto mucho de la hora y cuarto que tardo en avistar las casas que conforman Foncebadón. El camino confluye una vez más con la carretera en la entrada del pueblo. Como me dirijo al albergue Roger de Lauria, que está al pie de la carretera, abandono el camino que cruza el pueblo a través de una pista y sigo el asfalto unos metros para llegar hasta el final de mi primera etapa.

El peregrino se aleja
Y al fin Foncebadón.
Una cabaña con techo de paja (la Taberna de Gaia) precede al edificio del albergue en el que un gran cartel anuncia ALBERGUE - BAR - TV. Entro al bar y una muchacha me recibe. Amablemente me conduce a la parte baja del edificio donde se encuentra el albergue, me muestra las dependencias y me indica que me ponga cómodo y que luego, una vez descansado, suba a sellar y demás.

Albergue Roger de Lauria
Con gran tranquilidad tomo posesión de una cama donde dejo mis cosas. Realizo los estiramientos pertinentes para prevenir agujetas y me doy una ducha reparadora. Ya vestido con ropa limpia subo al bar donde hay algunos clientes tomando algo.

Me sellan la credencial y me tomo un café. Salgo a dar un paseo por los alrededores. El pueblo, hasta hace unos años abandonado, ha renacido con el flujo de peregrinos y la proliferación de albergues. Ahora hay al menos cuatro, más un hotel, una tienda de ultramarinos y un restaurante. Pero en estas fechas está casi todo cerrado. Camino por las calles en las que hay bastante nieve, que en algunos puntos está helada. Debo tener cuidado de no resbalar.

Al final parece que no nieva aunque...
Hace siete años, cuando llegué a este punto, dormí en el Albergue Monte Irago, que está al pie del camino, a unos metros del Roger de Lauria. Coincidí con los italianos Giuseppe y Eugenio. El albergue no estaba mal. Tenía un ambiente muy hippie y aunque no me disgustó la experiencia, en esta ocasión quería probar suerte en otro sitio.

Me hago unas fotos en la cruz de Foncebadón y en unos minutos vuelvo al albergue, ya que empieza a hacer bastante fresquete. Me pongo junto a una estufa que tienen que da un calorcito muy rico y me tomo un chocolate calentito acompañado de un par de churros. 

Entablo conversación con el dueño del establecimiento, Marcos, militar en la reserva, que ha cambiado el fusil y el paracaídas por la atención al peregrino y a todo aquel que se adentre en los Montes de León por esta vertiente. Me cuenta cómo es la vida en un lugar tan duro e inhóspito como Foncebadón. El bar recibe bastantes clientes a lo largo del día, ya que es el único lugar en el que tomar algo en varios kilómetros a la redonda. Aquí paran todos los que vienen a disfrutar de un día de montaña por la zona, bien sea por trabajo o por ocio y diversión. Por un lado tiene una clientela más o menos estable en el bar, y luego estamos los peregrinos y visitantes puntuales y esporádicos.

Peregrino en la Cruz de Foncebadón
Paso la tarde y la noche en compañía de Marcos y de su pareja Jessica, la muchacha que me recibió al llegar. Entre los dos llevan el albergue y el bar. Son muy majos y la verdad es que llega un momento en el que me muevo por el local, por el que van pasando los clientes sin prisa pero sin pausa, como si estuviera en mi casa. 

Durante la tarde les había comentado que no pensaba cenar nada, que igual picaba algo de lo que llevaba en la mochila ya que había comido fuerte en Rabanal y no tenía mucha hambre. Cuando llega la hora de cenar me comentan que van a prepararse su cena y que la comparten conmigo. Finalmente acabo probando unas tostadas muy ricas con queso philadelphia y huevo hilado, una bandeja de pulpo y un poco de ensalada. Todo muy rico.

A las afueras de Foncebadón
Una vez hemos dado cuenta de todo, continuamos charlando de esto y de aquello hasta pasada la medianoche. Las previsiones que pronosticaban gran cantidad de nieve a partir de la tarde han fallado, pero se prevé que durante la noche caiga una gran nevada. Mañana tengo que coronar el punto más alto del camino francés, la Cruz de Ferro, y  afrontar después un brusco descenso hasta Molinaseca y con malas condiciones climáticas no se si será posible.

Después de una velada fantástica en la que los responsables de este establecimiento me han tratado de manera genial e inigualable, me voy a dormir con la incertidumbre de lo que ocurrirá mañana.

Cruz de Foncebadón en noviembre de 2007 y con nieve en enero de 2015. 

2 comentarios:

Eduardo...el transoceánico dijo...

Hermoso relato. Me hubiera gustado seguir leyendo.
Haré el Camino en invierno este año 2016 saliendo desde Puente la Reina hasta santiago, en el mes de enero.
mi correo es eduardoeltransoceanico@hotmail.com y si tienes alguna sugerencia respecto a caminar en invierno, será gratamente bienvenida. Saludos DESDE ESTE LADO DEL MAR - Eduardo ARGENTINA

Miguel dijo...

Muchas gracias por tu comentario. Seguiré con el relato poco a poco, ya que escribirlo me lleva su tiempo. Muy pronto la segunda etapa...