26 marzo 2014

El Camino Lebaniego. Etapa 5: San Vicente de la Barquera - Lafuente de Lamasón

Jueves, 12 de septiembre de 2013

28,7 km pasando por Quintanilla de Lamasón. Directamente serían 27,5 km.
8 horas (incluye 1 hora de comida en Quintanilla de Lamasón)

Vistas desde el albergue al amanecer
Después de cuatro días por caminos frecuentados por varios peregrinos, hoy empieza la aventura en solitario, ya que no espero encontrar muchos compañeros por los caminos que llevan a la comarca de Liébana ni por los que posteriormente atraviesan los Picos de Europa en busca de León.

Toca cambiar el chip. Ahora empieza la parte más dura de la aventura, y también la más bonita. Estos cuatro días me han servido para coger forma y disfrutar de la compañía de otros peregrinos, así como de la hospitalidad en los albergues. Porque a pesar de lo comentado en la etapa anterior sobre lo vivido en el albergue El Galeón de San Vicente de la Barquera, toda experiencia es enriquecedora e incluso me llevo un buen sabor de boca del lugar.

Con Anne saliendo del albergue
Creo que en el camino, como en la vida, todos hacemos lo que podemos y con nuestros actos transmitimos lo que vivimos y lo que sentimos. Y eso es lo que yo pretendo hacer con este diario sin pretensiones: transmitir la experiencia vivida desde los ojos de un peregrino que ya lleva muchos kilómetros en sus piernas, pero no por ellos pierde la ilusión e ingenuidad, y que continúa buscando la autenticidad, la libertad y a sí mismo por los caminos de estas rutas maravillosas que recorren la península.


San Vicente queda atrás
Y después de divagar unas líneas, comienza un nuevo día en el Camino Lebaniego. A las 7 de la mañana es servido el desayuno en el albergue, por lo que la intención es levantarse en torno a las 6:30. Minutos antes media habitación está despierta gracias a los ronquidos de varios peregrinos. Seguramente voy a echar de menos estos sonoros despertares los próximos días. Me incorporo ante la imposibilidad de volver a conciliar el sueño. Veo que Anne también está despierta y me comenta que sigue escuchando los penetrantes ronquidos a pesar de llevar los cascos puestos. Y es que en el camino hay roncadores profesionales. Las chicas de Castellón se despiertan como si nada. Son previsoras y llevan tapones.

Señales del Camino Lebaniego
Caminando en romería
Me aseo y voy recogiendo mis cosas. En torno a la hora estipulada voy a desayunar. Nuevamente nos encontramos allí todos los peregrinos y damos buena cuenta de la leche, las tostadas y las galletas que nos sirven. Me alimento bien, que la jornada de hoy será larga. Recogemos los cacharros y vamos a prepararnos para comenzar a caminar.

San Vicente, el mar, la ría y el puente
Peregrinos 
Por suerte ha amanecido un día muy luminoso. Saliendo de San Vicente vamos casi en romería. Pasan pocos minutos de las ocho y enseguida subimos un par de cuestas que nos hacen entrar en calor. Pasamos bajo la autopista y continuamos subiendo, lo que nos lleva a poder contemplar una gran vista de la ría y del puente de la Maza a nuestras espaldas.

El desvío. Adiós peregrinos!
Tramo "cubierto"
Pasamos La Acebosa, donde veo los primeros paneles del Camino Lebaniego propiamente dicho. Marcan 54 kilómetros a Santo Toribio. Queda poco para el desvío que me separará del resto de peregrinos. Voy charlando un rato con Anne hasta que aparecen las primeras flechas rojas. El desvío está bien señalizado. Está en el Hortigal, a la altura de una propiedad  en la que un perro te recibe ladrando detrás de la verja que delimita la casa que protege. Hay un par de flechas rojas y una señal de madera con dos paneles. En uno señala hacía Santiago. En el otro hacía Santo Toribio de Liébana, del que distan 51 kilómetros.

El camino casi siempre por asfalto
Flechas rojas casi borradas
Me despido de las compañeras que me han acompañado los dos últimos días y que han contribuido a que mejore (o al menos recuerde) algo de inglés. Espero que el camino les sonría y puedan seguir disfrutando de cada una de las etapas que les quedan. Como suele pasar en estas situaciones, siento algo de pena al descubrirme de nuevo solo ante el camino. Es el pan nuestro de cada día del peregrino. Los compañeros de fatigas van y vienen, y nunca sabes lo que te deparará el destino.

¡Hola!
Entrando en Gandarilla
El camino continúa en constante subida  Voy por carreteras secundarias rodeadas de verdes prados en los que pasta tranquilamente el ganado. Paso por alguna pequeña población totalmente desprovista de servicios como Gandarilla. Las flechas coloradas que guían mis pasos escasean, pero las pocas que hay son las justas y necesarias. En algún punto tengo que adivinar la existencia pretérita de la flecha, hoy simplemente un ligero vestigio marrón. Esto me ocurre en un punto donde el camino que llevo desemboca en otra carretera y dudo si seguir a izquierda o derecha. Sigo hacia la izquierda y pronto otra flecha me confirma que he elegido correctamente.
Me adentro en las montañas
¡Vaya cornamenta!

Después de más de una hora desde el desvío llego hasta el Alto de la Rejoya, donde ya pierdo de vista el mar a mi espalda y las montañas adquieren un gran protagonismo en el paisaje que se muestra ante mis ojos.

Será por señales...
Con sorpresa observo como un peregrino viene detrás de mí. Camina a gran velocidad y me va ganando terreno rápidamente. Me pasa poco antes de llegar al alto. Pensaba que no encontraría a nadie en este camino. Es un muchacho extranjero con buen tono físico al que pasaré al rato mientras realiza una parada. Yo continúo y al poco de empezar el descenso llego al desvío que conduce a Bielva. Como hay una parada de autobús techada con banquito me paro a tomar un kit kat y algo de agua. Mi misterioso acompañante vuelve a pasarme y continuaré viéndolo delante de mi durante un buen rato. 

Río Nansa y embalse de Palombera
Ferrería medieval de Cades
Son ya las 12 de la mañana cuando reanudo la marcha. Estoy ya en el municipio de Herrerías. En poco más de un kilómetro paso por Puente del Arrudo, cruzando el río Nansa. Tomo la carretera CA-856 hacia Sobrelapeña llegando en 500 metros a Cades, donde se encuentra una ferrería medieval que se puede visitar. Lo dejo para mejor ocasión, ya que pretendo llega a comer tranquilamente a Quintanilla y no me quiero demorar.
Peregrino "cachas"
Valles y montañas

A partir de aquí el camino continúa por la misma carretera solitaria, generalmente ascendente, siguiendo el curso del río Nansa que luego pasa a denominarse Lamasón. Paso por algunos desfiladeros y lugares hermosos en los que disfrutar de unas vistas espectaculares.
Alguien ha perdido algo
¡Vive la aventura!
Llego hasta Venta Fresnedo donde realizo un breve descanso para continuar caminando unos cuarenta minutos más hasta el cruce con la carretera CA-282, donde las flechas rojas nos dan la opción de continuar a la derecha directamente hacia Lafuente (donde está el albergue) o girar a la izquierda para pasar antes por Quintanilla de Lamasón.Justo antes de llegar al cruce veo al peregrino “cachas” que me ha pasado un par de veces. Está parado en el cruce mirando la señalización del camino. De pronto se da la vuelta y desandando sus pasos se dirige hacía mí.
Río Lamasón
Un pequeño desfiladero
Veo en su rostro un gesto de contrariedad. Al llegar a mi altura me pregunta sobre el destino de este camino, diciéndome que él quería llegar a Llanes y se ha confundido. Yo le explico que se ha desviado un “ poquito”. Realmente ha recorrido 20 kilómetros de más en dirección errónea. Si retrocede hasta el punto en el que se equivocó habrá recorrido unos 40 kilómetros extra a los que añadir los casi 40 kilómetros de la etapa del Camino del Norte que él pensaba realizar entre San Vicente de la Barquera y Llanes. Una burrada incluso para los "ironmen" que gustan de hacer etapas de más de 40 kilómetros día sí y día también.
Bifurcación
Mi compa ante su tragedia

¡Los coches no paran, amigo!
Mientras se aleja de mí observo como trata de parar un coche que pasa haciendo autostop. No le paran y se enfada. Supongo que lo tendrá difícil. En las casi cinco horas que han pasado desde que tomé el desvío del Camino del Norte al Camino Lebaniego he debido cruzarme con menos de diez vehículos. Espero que tenga suerte y consiga llegar a su destino.

A mi me queda solamente un kilómetro para llegar a Quintanilla y poder almorzar.
Voy cruzando el río

Giro pues a la izquierda y por un puente cruzo sobre el río Lamasón. Por una carretera en leve ascenso voy dejando a la derecha la iglesia de Sobrelapeña que domina el paisaje desde lo alto de un cerro. Enormes montañas configuran el paisaje a mi alrededor. Enseguida llego hasta el pueblo. Justo antes de entrar hay una carreterita que surge a mano derecha por la que está señalizado el camino.

Iglesia de Sobrelapeña
¡¡¡¡¡¡A comer!!!!!!
Al entrar en Quintanilla veo que, aunque pequeño, el pueblo tiene algunos servicios. Paso junto a unas obras en la calle central y llego a Casa Miguel, donde ayer llamé para avisar de mi llegada de manera que tuvieran previsto darme de comer. Subo al comedor y allí disfruto de un par de platos de rica sopa de primer plato y carne de segundo. No hay nadie más comiendo allí. Recuerdo que se me ha olvidado comprar algo de pan para la cena y aprovecho los restos de lo que me han puesto en la comida. ¡Hay que aprovecharlo todo!
Ascendiendo por el valle
Iglesia de Sobrelapeña

Oquedades en la montaña
Una hora después de haber llegado a Quintanilla y con el buche lleno, reemprendo la marcha con tranquilidad en dirección al fin de la etapa. Desde aquí solamente me queda subir 3 kilómetros hasta Lafuente de Lamasón, donde se encuentra el albergue de peregrinos.

Pasan veinte minutos de las tres y hace un sol de justicia, por lo que me tomo este último tramo con mucha calma. Paso por Sobrelapeña y vuelvo a enlazar con el “camino principal”. Vuelvo a maravillarme con los hermosos y grandiosos bloques montañosos de la Sierra de Arria que conforman este bello paraje del valle del Nansa.

Iglesia de Santa Juliana
Dos posibilidades para mañana
A las cuatro de la tarde me recibe finalmente la pequeña iglesia románica de Santa Juliana en Lafuente. A la izquierda una estrecha y larga calle con casas a ambos lados conforman la parte principal del pueblo. Por la parte alta, la carretera continúa prácticamente en paralelo para llegar en unos 400 metros hasta la zona donde se encuentra el albergue. Para llegar a él debo preguntar en un pequeño bar que solo ofrece bebidas en una pequeña placita junto a la carretera. Finalmente consigo llegar hasta el edificio que alberga el hospedaje para el peregrino llamado Albergue municipal Los Pumares. Se ve que es un antiguo edificio rehabilitado y desde fuera tiene muy buena pinta. Está cerrado y no hay nadie por allí. Por suerte dispongo del teléfono. He llamado un rato antes y me han dicho que enseguida venían a abrirme.

La montaña cortada por un collado
Un par de animalitos
Mientras espero me quito las botas para dar descanso a mis pies, algo doloridos después de una larga jornada en la que casi todos mis pasos han sido sobre el duro asfalto. En un rato llega la persona encargada del albergue. Abre y procede a mostrármelo. En la planta baja hay un gran dormitorio con unas 10 literas (20 plazas) divididas en dos filas separadas por armarios con cerradura para guardar las mochilas, así como las duchas y los baños. En la planta de arriba hay un salón-comedor y una moderna cocina bien equipada. Y todo estará en exclusiva para mí durante mi estancia. 

Albergue Los Pumares, en Lafuente
Cuando se marcha la hospitalera, me instalo tranquilamente y me ducho. Lavo la ropa y la tiendo en la calle, esperando que los últimos rayos de sol del día sequen todas las prendas. Después me tumbo unos cuantos minutos en la cama para descansar y escribir unas notas de este diario.

Mi mochila esperando en el albergue
Cuando ya me encuentro recuperado y con ganas salgo a dar un paseo por el pueblo. Me tomo una coca cola en el bar, un local antiguo que evoca tiempos pasados donde seguramente hubo más clientela. El paisano que lo atiende me cuenta algunas cosas del lugar. Antes había más movimiento por la zona, pero hoy en día no llegan ni a 50 vecinos. Al rato salgo y me dirijo a la iglesia románica a echarle unas fotos. Por desgracia está cerrada y no puedo ver su interior, pero puedo deleitarme con sus sencillas formas exteriores, sus canecillos, su espadaña y sus capiteles dobles.

Portada de Santa Juliana
Canecillos románicos
Cae la tarde, el sol se desvanece lentamente entre las montañas y comienza a hacer fresquete. En el pueblo hay una gran tranquilidad y un silencio solamente roto por algún ladrido distraído de los perros que merodean entre las casas. No se ve casi ni un alma. Un gato me observa, curioso, con los ojos brillantes. Cuando decido volver al albergue me cruzo con un par de señoras mayores que caminan con lentitud ayudadas por unas muletas y que pesadamente parecen dar el paseo de la tarde.

Columna con doble capitel
Vuelvo al albergue y me preparo la cena. Degusto con hambre los tallarines a la carbonara precocinados ayudado del pan sobrante de la comida. Cuando termino salgo unos minutos a la calle, recojo la ropa tendida (aún algo humeda) y disfruto del silencio y la soledad de este pequeño pueblo montañoso.

Con el silencio y en la inmensidad de la noche estrellada mis pensamientos se van inevitablemente a lo efímero de nuestra vida y me embarga la tristeza al recordar la reciente pérdida de una gran persona en un miserable accidente de tráfico. Precisamente hoy se cumplen dos meses de aquel fatídico 12 de julio. Alberto, donde quiera que estés, que sepas que este camino va por ti. Tus amigos nunca olvidaremos tu sonrisa, tu buen humor, tu gran disposición y tu actitud ante los embates de la vida.

Peregrino ante la Iglesia de Lafuente
Con cierta melancolía entro al albergue en busca del calor que proporciona el saco de dormir. Un calor que disipa el frío del cuerpo, pero que no lo consigue con el que se ha apoderado de mi alma.

Para distraer un poco mi mente antes de dormir ojeo mis papeles de cara a tomar una decisión con respecto a la etapa de mañana, en la que debo decidir entre las dos opciones que tengo para llegar a Potes. Inicialmente tenía pensado llegar en dos días más, tomando la alternativa más larga y montañosa, pernoctando en Cabañes donde hay un albergue privado.
Peregrino ante el bello paisaje
Pero tras varias llamadas al número de dicho albergue no he podido contactar con el dueño, y un contestador me dice que estarán fuera hasta el domingo, por lo que es muy probable que esté cerrado y que no haya posibilidad de pasar allí la noche. Si encontrase alojamiento, esta primera etapa serían unos 20 kilómetros bastante rompepiernas, con subidas y bajadas constantes hasta Lebeña (este tramo es igual en las dos opciones) y una subida final desde este punto hasta Cabañes algo durilla. Al día siguiente me quedarían 9 kilómetros con una dura bajada hasta Potes y otros 4 para alcanzar el Monasterio de Santo Toribio. No me veo con ganas de hacer los 29 kilómetros rompepiernas más 8 (ir y volver al monasterio) en un solo día y ante la posible ausencia de alojamiento creo que voy a descartar este itinerario.

Calle de Lafuente de Lamasón
La otra alternativa tiene a su vez un par de variantes, debiendo escoger atravesar el desfiladero de la Hermida desde Lebeña por la estrecha y peligrosa carretera o por un sendero de montaña algo agreste que a media altura salva en poco más de una hora de marcha el mismo tramo sin pisar asfalto. Ambas opciones son menos kilómetros en total que la otra y se pueden hacer en una sola etapa sin problemas. Supone en torno a 24,5 kilómetros desde Lafuente hasta Potes, a los que añadir los 8 de ida y vuelta hasta Santo Toribio.

Lafuente de Lamasón y la montaña
Aunque la decisión ya está casi tomada, la elección final dependerá de cómo vaya el día y lo que vaya aconteciendo. Mi intención es llegar hasta Lebeña y encontrar la senda de montaña que evita la carretera y que debe tener buenas vistas del espectacular desfiladero de la Hermida.

Pensando estas y otras cosas noto como empiezo a ser vencido por el cansancio y el sueño se apodera de mí. Buenas noches...

4 comentarios:

ray y rosa dijo...

Ehhhh Miguel, sigue no nos alargues tanto la espera, estamos como locos Rosa y yo de seguir tus andanzas por el Lebaniego y Vadiniense, será nuestro próximo Camino en Agosto, ya lo estamos preparando, tu información es muy útil y nos apasiona la forma que tienes de relatarlo. Intentaremos ir por Cabañes. He leido que es preciosa la subida por la canal de Rubejo.
Un abrazo peregrino.
Ray y Rosa.

Miguel dijo...

Me alegra ver que tengo a gente pendiente, lo que motiva aún más a no dejarlo estancado... Sigo en ello, lo que pasa es que estos días estoy algo liadillo y en estas etapas hay mucho que contar y muchas fotos que seleccionar. A ver si la puedo tener lista para el jueves y sino ya para después de semana santa. El camino es muy chulo y os va a encantar.

Abrazos

Unknown dijo...

Hola Miguel, estoy leyendo tu blog. Este agosto comienzo el camino del norte por 2 vez desde Irún, pero esta vez voy a realizar la variante que hiciste tú, tomaré apuntes de las etapas ya que veo que está perfectamente redactado y acompañado de bellas imágenes. Solo quería preguntarte si hay problemas de albergues o de lugares donde dormir, y si por suerte éste camino de momento hay pocos peregrinos, no quiero meterme en otro camino como el primitivo que en estos momentos parece casi el camino francés. Y si está debidamente señalizado. Gracias. Mi email es jjamot.ruiz@gmail.com.

Unknown dijo...

Enhorabuena 👍 por tu blog, sencillamente magnífico, En mayo de 2017 pienso recorrerlo con un amigo. Cada vez que tengo más información, más me encanta . Gracias por compartir tus experiencias.