11 marzo 2014

El camino lebaniego. Etapa 3: Cóbreces - Comillas

Martes, 10 de septiembre de 2013

 21,2 km  (Cóbreces - Comillas: 10,2 km: 2 horas 15 minutos)  
                ( Comillas - Oyambre - Comillas: 11 km: 3 horas 30 minutos (1 hora en la playa))

Monumento al peregrino
A las 7 de la mañana ya está casi todo el mundo en pie en el albergue de Cóbreces. Me levanto, recojo todas mis cosas y ante la imposibilidad de desayunar en ningún lugar cercano, me tomo unos bollos comprados el día anterior y una coca cola.

Jorge se levanta diciendo que ha pasado media noche en una silla porque había chinches en su cama. Es cierto que el local está algo destartalado y no niego la posibilidad de los chinches, aunque tampoco podría afirmar que los hubiera.

Grio de 180 grados
En camino 
Bonita postal
Nubes amenazantes en lontananza
El día está medio nublado. En torno a las 7:30 enfilo la calle que bordea los dos edificios religiosos característicos de Cóbreces y me encuentro de nuevo con las flechas amarillas en una placita con un monumento erigido en honor a los peregrinos. Desciendo por la calle junto al muro trasero de la iglesia de San Pedro Advincula y unos metros después, a la salida del pueblo hago un giro de casi 180 grados a la izquierda por un camino que desciende hacia un frondoso bosque de robles y hayas.


Va a ser La Iglesia
Curiosa fachada de Ruiloba
Este pequeño oasis se trunca al volver a pisar el asfalto en un par de kilómetros. En ocasiones, a lo lejos queda a la vista del peregrino el mar Cantábrico mientras pasamos cerca de grandes caserones con aspecto medio abandonado.

En un par de kilómetros más, cuando vuelvo a caminar por un carril peatonal pintado en la carretera, paso junto al Camping el Helguero y llego a la población La Iglesia. El camino pasa junto a una casa con la fachada pintada con un mapa de la zona e inscripciones sobre Ruiloba (nombre del municipio al que pertenece La Iglesia).
Iglesia, con cielo y mar fundidos

El camino sube y baja en varios tramos, ofreciéndome varias postales bonitas de Iglesias destacando sobre el azul del cielo y el mar. En este sube y baja me encuentro con Karl y Sara. El joven alemán ha probado a caminar con su maltrecha rodilla, y parece que se está resintiendo de su lesión. Tiene mala cara y no parece que pueda seguir mucho más. Las rodillas son muy delicadas y una vez que te lesionas una es muy difícil recuperarte sin varios días de descanso.

Les dejo atrás descansando, mientras bajo hasta Concha y giro a la izquierda por su tradicional Calle Mayor. Veinte minutos después, por una pista en descenso desde la que se contempla el mar ya muy cerca, llego a la carretera que enseguida me lleva a Comillas. A mi derecha se ven unos acantilados donde rompe el mar mansamente y al fondo la playa de la localidad que, según el tiempo que hace, no creo que pueda disfrutar. 
Entrando en Comillas
Me acerco a la costa

En una rotonda antes de entrar en Comillas tomo una calle a la izquierda en ascenso que me conduce al centro del pueblo. Paso junto al parking público y  bajo hacia la Iglesia de San Cristóbal para llegar hasta una plaza llena de terrazas ahora desiertas donde se me antoja desayunar un chocolate con churros.

Iglesia de San Cristobal, Comillas
Son las 10 de la mañana y según mi previsión de etapas ya he terminado de caminar por hoy. Solo he recorrido 10 kilómetros y mi idea era disfrutar de un día tranquilo en la playa y descansando. Pero es tan temprano y el día está tan nublado y desapacible que empiezo a pensar en continuar hasta San Vicente de la Barquera.

Después de degustar los churros y el chocolate me dirijo al lugar donde se encuentra el albergue. Está situado en lo alto de una peña en lo que era la antigua cárcel de la villa. Cuando llego veo que tiene en la puerta unas señales de esas que están ahora tan de moda en el camino en las que aparecen distintas localidades y la dirección y la distancia a la que se encuentran. En este caso indican los lugares Santos: Roma, Jerusalén, Santiago y Santo Toribio de Liébana.
Palacio de Sobrellano, Comillas

Veo que hay una mujer limpiando las habitaciones. Miro la hora. Son las 10:30. Después de cavilar sobre las diferentes opciones que se me presentan, decido continuar caminando. Bajo hasta la zona del pueblo donde se encuentran el Palacio de Sobrellano y el Capricho de Gaudí. Tomo unas fotos y continuo por la carretera que me conduce a las afueras de la población. Hay aquí un tramo en el que el camino va paralelo a la carretera por un paseo utilizado por ciclistas y paseantes. Paso por Rubárcena y llego hasta La Rabia, cruzando la Ría del mismo nombre por un puente que hay tras pasar por “una tienda divertida" (ver foto).
Tienda divertida ???
Puente sobre la Ría La Rabia

Las nubes amenazantes que pueblan el cielo no aguantan más y comienzan a descargar. Desde el puente contemplo el Parque Natural de Oyambre y 200 metros después, en un recodo donde hay un mirador, paro a intentar ponerme las lentillas. Como no parece haber cerca una parada de autobús, lugar ideal para guarecerse o cambiarse cuando el tiempo se pone feo, me siento en el suelo en una zona seca pues está algo resguardada por unos árboles.
Parque de Oyambre

La lluvia va y viene. Como también hace bastante viento y no dispongo de espejo tardo un buen rato en colocarme correctamente las lentillas. Paso un momento de apuro después de ponerme la lentilla izquierda. Cuando voy a ponerme la derecha y no lo consigo, se me cae y no la encuentro por ningún lado. Tras buscarme en las ropas y en el suelo aparece en un pliegue de mis pantalones. Debo decir que las lentillas que utilizo son lentillas blandas desechables, de un solo uso, muy cómodas para estas ocasiones. Limpio la lente y al fin consigo colocármela en el ojo.

¡Ya podias haber aparecido antes!
Dunas de Oyambre
Ya preparado ante un posible gran chaparrón que no llega, continúo y a los poco metros veo una parada de autobús. ¡Ya podía haber aparecido un poco antes!. En este punto el camino “oficial” y sus flechas amarillas giran a la izquierda y, pasando por El Tejo y un campo de golf llega a La Revilla, antesala de San Vicente de la Barquera. Al ya conocer la zona por mis vacaciones estivales yo tengo pensado continuar unos 200 metros más por la carretera CA-131, cruzar la Ría Capitán y tomar entonces una carretera a mano derecha que conduce al Camping y la Playa de Oyambre. Esta carretera pasa junto a las varias playas y dispone en su recorrido desde la playa de Oyambre hasta San Vicente de la Barquera de un carril bici que te permite caminar separado de los vehículos. Sin conocer el otro, este me parece mucho más bonito y desde él puedes contemplar varios acantilados e incluso llegar hasta casi el Puente de la Maza caminando por la playa.
Rías de Oyambre
Calabazas a porrillo

Así pues, continúo por la carretera CA-131, pasando por delante de una casa que tiene expuestas en la calle en mesas un montón de calabazas y llego al puente sobre la Ría Capitán. Un poco antes en un lugar que parece abandonado un cartel anuncia  “Salón de Baile Las Calabazas. Mira como bailan”. Giro a la derecha y paso junto al desvío que a la izquierda conduce a un par de Campings. En uno de ellos fue en el que estuve yo durante el puente de agosto hace un mes y la verdad es que estuvo genial (Camping Playa de Oyambre).
Marismas de Oyambre
Desvío a Oyambre

Paso junto a un campo de golf y llego a la extensa playa de Oyambre. Como está chispeando y muy nublado el arenal está casi desierto. Las agujas del reloj marcan el mediodía cuando extiendo mi capa de agua sobre la arena para depositar sobre ella mi mochila y para acomodarme a disfrutar del embate de las olas.
Playas de Oyambre
Las nubes que pueblan el cielo confieren al mar un color gris oscuro amenazante. Me paseo un poco por la playa y disfruto con el silencio y la tranquilidad de un lugar verdaderamente idílico.

Vuelve nuevamente el orbayu, por lo que decido recoger mis bártulos, salir de la playa y calzarme. He pasado algo menos de una hora en la playa y ha sido suficiente para decidirlo: me vuelvo al albergue de Comillas a ver si hay suerte y al día siguiente el tiempo me permite disfrutar un poco más de la playa. Si siguiera hasta San Vicente de la Barquera ya abandonaría la costa al día siguiente y me adentraría en la Cordillera Cantábrica. De esta manera sigo con el plan previsto inicialmente.
Torre de socorristas

Antes de volver a Comillas, veo que en la playa hay una pequeña oficina de información turística situada en una cabaña prefabricada. Entro para hacerme con un plano de la zona y charlando con la muchacha que me atiende me cuenta que ha hecho un curso sobre el camino y que ciertamente el camino históricamente salvaba la Ría Capitán por el interior y no transitaba por las playas de Oyambre. Coincide conmigo en que es más bonito el camino por las playas y me comenta algunas curiosidades sobre el Camino del Norte a su paso por la zona.

Peregrino embelesado disfrutando del entorno

Peregrino y sus botas
Me despido de ella y vuelvo a recorrer el mismo camino que unas horas antes pero en dirección contraria. En unos minutos la fina lluvia se transforma en un autentico chaparrón. Saco rápidamente el pantalón de plástico y continúo caminando sin paradas en dirección a Comillas. Cae sobre mi el gran diluvio universal. Gracias al chubasquero llego prácticamente seco al albergue. Son las 2 de la tarde y hasta las 3 no abren. Al final, con las idas y venidas a Oyambre he recorrido más de 20 kilómetros, que no está mal. Ahora toca esperar.

La playa estaba desierta
Me resguardo bajo el pequeño tejadillo del albergue. Al rato comienzan a llegar los peregrinos que vienen, tras una etapa más “normal” o lógica, desde Santillana del Mar.

El primero en llegar es Enrico, un simpático polaco. Tras él llegan una pareja de jóvenes alemanes algo “pijos”, un italiano acompañado de una andorrana y un canario. Posteriormente llegan dos alemanas, Anne y Yun, y después varios peregrinos más.

Poco antes de las 3 llega la hospitalera y nos abre el curioso albergue. Nos vamos registrando y ocupando las habitaciones. Al poco de entrar el polaco da la voz de alarma.
Lugares Santos del planeta
Dice que en su habitación de la planta baja hay chinches. Ante el temor a las picaduras, varias personas se van a pensiones de la localidad, incluido el polaco y la pareja de alemanes pijos. Yo me instalo en la planta de arriba, donde no nos parece ver ninguno de esos indeseables bichejos. La hospitalera, preocupada, mira y remira y no termina de encontrar rastro de chinches, y nos pide que si al marchar notamos picaduras se lo hagamos saber para que se tomen las medidas oportunas.

Finalmente nos quedamos en el albergue el canario, un grupo de alemanes sexagenarios, las alemanas Anne y Yun y yo. Luego se nos uniría un ciclista de Alcobendas y algún peregrino más.

Albergue de La Peña, Comillas
Tras ducharme y asearme bajo a la plaza de Comillas y en un bar me tomo una suculenta hamburguesa. Cuando termino, como sigue lloviendo, doy una pequeña vuelta y me vuelvo al albergue.

Subo a la planta de arriba y me acomodo en mi cama. Mientras escribo mi diario entablo conversación con Anne, una muchacha alemana de Rostock que está realizando una parte del camino del Norte. Comenzó en Bilbao y cree que llegara como mucho hasta Gijón, ya que no tiene más días de vacaciones y tiene que volver a casa. Estudió español en la escuela, pero ya prácticamente no lo recuerda y está tratando de volver a aprenderlo. Charlamos un rato sobre el camino y lo gratificante y duro que es. Yun, su compañera de viaje a la que ha conocido recientemente, si va hasta Santiago.

Mi perdición
Al rato, a pesar de que la lluvia continúa, decido bajar a tomarme un helado Regma. Tras una carrerita hasta el albergue para que no se mojara, lo degusto con verdadera fruición mientras charlo un poco con la hospitalera.

Cae la tarde y bajo al comedor del albergue a tomarme lo que me queda de fuet junto a las alemanas y al ciclista de Alcobendas, mientras ellos se comen una tortilla y una pizza precocinadas. Mientras comemos nos echamos unas risas, contando anécdotas y comparando los clichés y estereotipos que tienen los alemanes de los españoles y viceversa.
Peregrino conquistando la playa

Cuando ya me voy a la cama, charlo un rato con el peregrino canario. Me cuenta su rocambolesca historia: el día que comenzaba su peregrinación en San Sebastián dio un tropezón paseando por la playa de la Concha, lesionándose en la pierna. Como ya tenía previsto estar todo el mes en el camino, está recorriendo todas las etapas en autobús. Me suena un poco raro, pero quién soy yo para juzgar el peregrinar de cada uno.

Vigilante por los chinches y deseoso de que el nuevo día nos bendiga con un sol espléndido me dejo caer en los brazos de Morfeo.
¡¡¡Vaya botas!!!

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