09 enero 2018

Etapa 11: Tosantos - Atapuerca

Lunes 5 de noviembre de 2007
25,2 km. Unas 6 horas

Después de una nueva noche apacible de descanso, amanece una nueva jornada en el Camino de Santiago. Me levanto tranquilamente junto a mis compañeros pasadas las 8 de la mañana y tras recoger nuestros bártulos y asearnos disfrutamos del desayuno que atentamente nos preparan los hospitaleros de este magnífico albergue de Tosantos.

Albergue de Tosantos: Lucca, Santi, José Luis, yo y Ero
Antes de partir charlamos un rato con Santi y José Luis y nos echamos unas fotos de recuerdo.

Nuevo día nublado
El día ha amanecido fresco y nublado. En torno a las 9:30 emprendemos la marcha. Hoy debemos afrontar una etapa dura, con el ascenso al Alto de la Pedraja atravesando los Montes de Oca en un recorrido de unos 12 kilómetros sin poblaciones ni servicios. Una etapa de esas que más me gustan.

Como es habitual, al poco de comenzar a caminar el grupo se va separando y pronto me encuentro rodeado únicamente de mis pensamientos.

Restos de San Félix
La primera parte de la etapa transcurre por pistas llanas hasta alcanzar Villafranca de Montes de Oca, punto en el que muchos peregrinos paran para avituallarse y afrontar la subida hasta el Monasterio de San Juan de Ortega.

Antes de Villafranca, paso por un par de pueblos y por los restos del abside del monasterio de San Félix (siglos VI y VIII).

En poco más de hora media llego hasta Villafranca y sin dilaciones tomo la pista forestal que me introduce en los bosques de los montes de Oca. Dicen que esta ruta xacobea a su paso por esta zona está íntimamente relacionada con el origen del juego de la oca.

Bosques de Oca

De oca a oca
La caminata por estos bosques me resulta deliciosa. El cielo se ha despejado y el sol acompaña mis pasos y calienta mi rostro. Desde Villafranca camino un par de horas siempre en ascenso, a veces suave, otras no tanto, hasta alcanzar los 1150 metros de altitud del Alto de la Pedraja, donde realizo un pequeño descanso.

Me siento al solecito unos minutos y repongo fuerzas con un kitkat y un poco de agua. A lo largo de la ascensión, que se realiza por una amplia pista forestal, me he encontrado con algún que otro peregrino tumbado al borde del camino tomando el sol y con las piernas en alto. Es una gozada pararte un rato a descansar y disfrutar del silencio y la tranquilidad del lugar.

Mojón y bota 
Caminos maravillosos
Al poco rato empiezo a sentir que me estoy quedando frío y retomo la marcha para, ya en suave descenso, alcanzar el Monasterio de San Juan de Ortega.

Son las 14:20 cuando llego hasta ese pequeño oasis en medio del monte que es el monasterio. Hago una visita al lugar, admirando el sepulcro del Santo que le da nombre y el capitel de la Anunciación que en cada equinoccio sufre el "milagro de la luz".

No voy a quedarme en su emblemático y austero albergue. Prefiero continuar unos kilómetros hasta Atapuerca, de manera que mañana tenga más a mano Burgos y pueda disfrutar de más tiempo para visitar la ciudad.

El Sepulcro de San Juan de Ortega
El día ha quedado muy azúl
Tras la visita al monumento, continúo sin dilación mi camino en dirección Agés. Enseguida me topo con el cartel que señaliza la opción de continuar el camino por Atapuerca o desviarse por Ibeas de Juarros, lo que supone un camino más liso por un andadero junto a la nacional. Mi elección en claramente continuar por Atapuerca.

Los últimos kilómetros hasta llegar a mi destino se me hacen larguísimos. La subida de la jornada y la travesía por los bosques de Oca me empiezan a pasar factura y no veo la hora de llegar a Atapuerca. Me vuelven a doler las plantas de los pies y la verdad es que los último pasos los realizo casi como un zombi. Al fin, a las 15:40 diviso los carteles que anuncian la cercanía de los yacimiento paleontológicos que han puesto a este lugar en el mapa.

Ya queda "menos"
Enseguida llego hasta el único albergue que hay en el pueblo, que es privado. Está un poco destartalado, pero cumple sus funciones a la perfección. Allí me encuentro con mis amigos peregrinos Lucca, Pablo, Ero, Ingrid y con unas peregrinas francesas que caminan con su padre con las que también he coincidido en etapas anteriores.

Me tomo un pincho de tortilla para apaciguar el hambre, ya que son las cuatro y no he comido. El albergue es una especie de choza algo rústico, pero en él me siento como un marqués después de la ducha reparadora.

Homo peregrin vs Homo antecessor
Después de descansar un rato, salgo en busca de una tienda para comprar algo de comer. Unos lugareños me indican donde encontrarla. Me dirijo a ella tranquilamente, ya que noto como me duelen varios músculos y articulaciones de mi cuerpo. De camino accedo a un patio, momento en el cual veo como un perro enorme se acerca a la carrera hacía a mi ladrando y con la lengua fuera. Yo y mis maltrechos músculos emprendemos una carrera hacia el lugar por el que he entrado al patio mientra el can no deja de saltar a mi alrededor. Enseguida viene el dueño y yo me doy cuenta de que el simpático animal solo desea jugar.

Cuidados peregrinos
Me he llevado un susto algo tonto, y he comprobado como con un subidón de adrenalina los dolores y molestias se olvidan en un santiamén.

Después de comprar unas sopas de sobre y unas salchichas vuelvo al albergue, donde después de una tranquila tarde de cháchara con el resto de peregrinos degustaremos una cena compartida en la que cada cual aportará sus viandas.


Cena de peregrinos

Ese calcetín parece radiactivo
La cena y la noche transcurre de manera apacible, echándonos unas risas mientras cada uno se queja de sus "penurias": cansancios, calambres, ampollas...

Me hubiera gustado acercarme hasta el yacimiento de Atapuerca y haberlo podido visitar, pero no estaba con muchas ganas de ponerme a hacer visitas (el yacimiento está a 3 kilómetros y no tengo ni idea de si se puede visitar en estas fechas) y la verdad he disfrutado más descansando y charlando con los compañeros. Otra vez será.


                                                                                    - Continúa caminando en la etapa 12 -


1 comentario:

Ero dijo...

Las ampollas hicieron estragos